Pastoreando los recuerdos de Hugo Chávez
Nostalgia impregnada de lágrimas llena el alma de indígenas entristecidos lamentando en sus recuerdos la Venezuela que se fue. Con su familia y miembros de otras comunidades vieron florecer el gobierno de Hugo Chávez como, pasto en invierno que brota renuevos del vientre de la tierra. Paquete de programas sociales despertaron el ánimo de muchos y profesionalizaron a otros. Eran tiempos prósperos, dijo el anciano Carlos Sánchez en su ribereña casa en los barrancos de la Urbana. ¡Sopla viento que la barca es nueva y la tempestad no calma su furia!, grita a su vecino más cercano. Parecía hablar de muchos años atrás, pero su ilusión regresó al corto tiempo de dos años que volaron como brizna en el viento. Pastoreaba recuerdos cercanos que lo regresaron al final del gobierno de Hugo Chávez, cuando el Mercal llegaba hasta los últimos rincones de este país en bodeguitas, los precios por kilogramos de productos básicos no superaban los ocho bolívares. La leche se compraba en bolsas que alcanzaban para todos. Las familias sumergidas en el abismo de la pobreza extrema, venían reflotando y la desnutrición bajaba sus estadísticas. El tamaño del Estado ensanchó su vientre y trabajo había para una gran mayoría. Esa Venezuela ya no existe, aclaró el anciano tras el sorbo de café. Un pollo cuesta ochocientos, carne seiscientos y la leche de Mercal, los revendedores cobran hasta ochocientos bolívares. El Mercal jamás regresó a estos lugares y la devaluación disparó los precios, tan cotosas las cosas, que ya solo los ricos comen. Chávez jamás habló de devaluación porque sabía que eso perjudica a los más pobres. Los alimentos cuestan un ojo de la cara y la ropa no se puede comprar. La desnutrición baja en las cuñas de televisión, porque en los campos, comunidades indígenas y barrios pobre, aumenta porque el hambre azota.
Aquí nos sentamos todas las tardes y vemos los barcos de Fondas, cargados de comida de Mercal que vienen de Cabruta rumbo a Colombia. Las gandolas llegan de noche con alimentos de la Corporación CASA, cargan y parten Orinoco arriba hasta Puerto Carreño, sin tropiezo alguno. Contrabando legal. Del cien por ciento de la comida que el gobierno manda para Amazonas, el sesenta por ciento la venden los mismos directivos a empresarios colombianos. Por Táchira, Puerto Ayacucho, Puerto Páez y Guasdualito las góndolas repletas de alimento siguen cruzando con el visto bueno de los generales, que también participan de ese negocio. Hace falta otro Hugo Chávez, con pantalones como los del difunto, para detener esta delincuencia que se desbordó en el país.
Mucho se habla del socialismo de Hugo, aunque estamos frente a un capitalismo disfrazado de socialismo. Es la misma corrupción de los gobierno adecos y copeyanos. Con la misma solidaridad automática o impunidad para favorecer a peces gordos que ahora se llaman camaradas. La corrupción militar se traga el país. Mire usted, que ahora los productos de línea blanca son para militares que compran el combo en veintiún mil bolívares y lo venden a los colombianos en doscientos cincuenta mil, en perjuicio de familias pobres que si necesitan estos productos.
Eso mismo era lo que hacía Carlos Andrés Pérez en su época, recordó el enfurecido viejo cargando su alma con tanta rabia que más lágrimas florecían incendiadas de cólera. De un salto abandonó su silla empuñando sus dedos y se acercó mas a mí. Ellos están millonarios y nosotros más pobres, ¿Puede ser esto socialismo?, se preguntó emanando respuesta de los rincones de su espíritu, hablan duro contra el neoliberalismo y se roban los reales de los más pobres. Anunciaron recorte de subsidio, pero en nada tocaron el dinero de contratistas y proveedores. Aquí sobrevivimos con los productos de las vegas, pero no alcanza para comprar uniformes y útiles escolares. Esto tiene que dar un giro económico o la muerte abrirá su boca para tragarse al chavismo. Lo digo con dolor. Fui por ríos, caminos, montes y sabanas buscando votos para Hugo, pero con qué cara me presento a mis amigos, si todos estamos aguantando hambre.
El presidente, antes de aprobar dinero para proyectos de desarrollo agrícola, manda millones para que Nicia Maldonado los entregue a una empresa contratista, vaciaron ese pésimo asfaltado y cargaron con más dinero. A nosotros nos marea con información sobre la feria del asfalto. Nos dejan toda el hambre encima y ellos se hacen más ricos.
Venden en cincuenta mil bolívares las casas de la Misión Vivienda y se apropian del dinero de los consejos comunales. La plata de Fondas desapareció, trafican gasolina para Colombia y los camaradas se pavonean en costosos vehículos, hermosas casas y dinero a manos llenas. El enfurecido anciano escuchó mi llamado a la calma, prometió aliviar su alma, pero advirtió, los estoy esperando. Por allí vienen haciendo campaña para diputados. Lo mismo que los adecos, más populismo, más mentiras y nada de la prosperidad que ofrecen, concluyó el viejo Carlos Sánchez, sin ánimos de hacer más campañas.
Margarita, tráele café al pastor. Llamó a su esposa encerrada en su casa de palma, fría frente a las acostumbradas bravuconadas del marido. Tomé varios sorbos y con el peso de las contradicciones aplastándome el alma, eché mi costal al hombro y partí por el mismo camino que me trajo.
Andrés García Bolívar
Pastor iglesia evangélica: “El Evangelio Eterno”
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