La frontera se mueve con gasolina, legal o ilegal, pero se mueve.

29.01.2015 16:10

El negocio de la gasolina en la frontera colombovenezolana es el más lucrativo después del tráfico de droga, porque uno depende del otro, y no existe jerarquía, rango o cargo que lo detenga, ni puerta que no se abra, solo bastan pocas palabras y el negocio fluye como las mismas aguas del Río Orinoco por donde los barcos cruzan de un lado a otro cargados de tambores, con o sin zarpe, en una región donde las comunidades venezolanas sufren las amargas consecuencias de la escasez.

Los primeros pagos se realizan a ejecutivos de PDVSA Amazonas que cobran dependiendo el destino del permiso, en bolívares si va a Colombia o en gramos de oro si el combustible va a las minas de Caño Maraya o el Alto Orinoco. Otros se hacen a efectivos de los cuerpos de seguridad, fiscales del Seniat y dirigentes políticos.  

La carretera que conduce a los puertos de embarque: Puerto Samariapo o Puerto Venado, se cierra a las seis de la tarde, es decir, no hay más paso de vehículos hacia los puertos referidos o cualquier violador de la ley es detenido por una de las tres alcabalas apostadas a lo largo de la vía, pero las gandolas cargadas de combustible desfilan a cualquier hora de la noche y descargan sin que autoridad alguna se oponga. Destino legal, los pueblos del interior de Amazonas, pero al zarpar el barco de Samriapo o Venado, cruza en las proximidades de la Isla de Ratón hacia Colombia, y así se consuma el contrabando.

En los pueblos del interior de Amazonas la escasez de combustible ha elevado tanto los precios que un tanque de 12 litros, que en Puerto Ayacucho se llena por dos bolívares, en La Esmeralda cuesta 1.000 bolívares, y puede llegar hasta 1.200, dependiendo la escasez.

En San Juan de Manapiare un tambor oscila entre 5.000 y 8.000 bolívares y llega hasta 10.000 bolívares en Maroa y San Carlos de Río Negro.

Del lado colombiano no existe  parque automotor o de motores fuera de borda que justifique tal consumo. Sin embargo la gasolina es utilizada como catalizador para acelerar el proceso químico para la obtención de pasta de cocaína, cuyo producto final va a los mercados de Estados Unidos o cruza la frontera, en otros términos, nuestra gasolina hecha droga regresa a Venezuela, que bien puede ser consumida por los hijos o familiares de quienes otorgan los permisos o facilitan el tráfico de combustible.

Es esta la principal razón que obliga a los operadores colombianos a pagar gruesos volúmenes de dinero por cargamento de combustible y corromper cualquier autoridad venezolana que ofrezca resistencia, aunque pareciera que ante lo apetitoso de las ofertas, la avaricia revuelve las fibras del alma y a los representantes del gobierno le saltan los ojos de gordura y terminan siendo corresponsables en la fabricación, tráfico y consumo de droga en el país que supuestamente defienden.

Las autoridades venezolanas conformadas por ejecutivos, militares y dirigentes políticos, se embolsillan jugosas sumas de dinero en un mundo ilegal donde narcotraficantes y empresarios mineros amasan la mayor parte, pero familias indígenas y campesinos resisten en silencio los embates de una fuerte escasez de combustible que encarece los pocos alimentos que llegan a sus comunidades. Los efectos de la escasez son devastadores, generando desnutrición infantil y muerte de enfermos en comunidades distantes de centros poblados que no tienen combustibles como hacer los traslados.

En San Fernando de Atabapo, una señora honorable, Belkis de Borrel, recién designada por PDVSA para controlar la venta, detectó en los primeros meses de investigación el envío de gruesos volúmenes a operadores fronterizos carentes de soporte para justiciar los volúmenes que adquieren, otros sencillamente reconocieron que venden el combustible a empresarios colombianos, por supuesto que ella paralizó la venta a esos operadores asumiendo el riesgo y las amenazas que vendrán.

Trascendió que dirigentes políticos y ejecutivos regionales de Pdvsa se mueven tras los hilos del poder para lograr la salida de la señora Borrel por oponerse a este lucrativo negocio.      

Dice Cristo en su Palabra: porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.

 

 

Andrés García Bolívar

Pastor iglesia evangélica: “El Evangelio Eterno”

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