Hambre y corrupción socaban estabilidad económica de familias del sur del país
Consolidar un nuevo modelo socioproductivo a través de la asistencia financiera y el acompañamiento integral con la participación activa de las comunidades de pequeños y medianos productores, ha sido la misión de Fondas con la intención de alcanzar la tan publicitada soberanía alimentaria, sin embargo muchos son los millones de bolívares invertidos en el financiamiento agrícola, que antes de lograr un repunte en el sector agropecuario, el financiamiento a productores se redujo y en consecuencia las cosechas mermaron, aunque el dinero se invirtió en su totalidad.
Uno de los ejemplos más notables es el cultivo de algodón en las riberas del río Orinoco, una alternativa de producción agroecológica para el desarrollo integral de la zona y sus afluentes, donde se incorporaban unas dos mil familias de escasos recursos, por ser un sistema de alta demanda de mano de obra familiar e indígena, convertido por muchos años en medio de subsistencia y alivio a la pobreza de numerosos pobladores de Mapire, Santa Cruz del Orinoco, Boca del Pao, Parmana, Puerto Requena, Cabruta, La Urbana, Barrancas del Orinoco y Puerto Páez, fue considerablemente reducido por varias empresas algodoneras que liquidaron los recursos del programa algodonero que Fondas y otras instituciones destinaron con el fin de potenciar los cultivos. Los recursos tomaron otros rumbos y las instituciones sembraron más pobreza de la que ya existía.
Estas familias, paralelamente cultivaban rubros como: caraotas, patillas, melón, auyama, maíz y frijoles que le servían para el mantenimiento mientras se hacia la entrega de los volúmenes de algodón a las desmotadoras, cuyos directivos cancelaban incompleto, fuera del tiempo establecido y retardando la compra para luego cancelar a precio tan bajo, que las familias, antes de obtener ganancias, quedaban con elevadas deudas a pagar en próximas cosechas.
La avaricia de estos empresarios obligó a estas familias a abandonar los cultivos y a tejer cinturones de pobreza en sectores marginales de Puerto Ayacucho y Caicara de Orinoco, donde ahora viven amenazados por la escasez de alimentos en la que el consumidor consigue en promedio, 9 de 18 de los productos que conforman la cesta básica.
En la región, se redujeron las colas de Mercal y progresivamente viene aumentando el número de personas que compran menor cantidad de productos alimenticios, como se observa dentro de las dos bodegas de Pdmercal que funcionan en Puerto Ayacucho, entre otras razones, por el incremento en los precios de los productos que llegaron a niveles del comercio privado, sumándose el desempleo y los bajos salarios que se devengan, convirtiendo la problemática económica en una de las situaciones mucho más apremiante, debido al ensanchamiento de los cordones de pobreza, que aquí, es una realidad.
Los pequeños conuco que tradicionalmente trabajan las familias indígenas, no producen los recursos necesarios para adquirir el complemento alimentario, lo mismo ocurre con las familias campesinas que viven de pequeños rebaños y reducidos espacios agrícolas. El dinero que producen es insuficiente.
En los barrios de los poblados del sur, cuyo ingreso per cápita está por debajo del salario mínimo, el hambre viene afincándose con fuerza, a tal punto, que lo poco que se gana es para sobrevivir, ropa no se compra y los medicamentos se buscan en la Misión Barrio Adentro, que también sufrió considerables recortes en el volumen de medicinas que semanalmente recibían.
En el interior de Amazonas y el Municipio Cedeño la desnutrición infantil es indetenible, manejándose información sobre muerte de niños por hambre. Enfermeras que trabajan en los programas de vacunación en barrios y comunidades de los centro de mayor población, dan cuenta del incremento de desnutrición en estos sectores, confirmada en los registros de los módulos de Barrio Adentro, cuyas estadísticas también reflejan el aumento de la pobreza extrema.
Contrasta esta dramática situación de pobreza con la riqueza que exhibe el opositor gobernador Liborio Guarulla, la exministra Nicia Maldonado y el secretario general del PSUV Edgildo Palau, que como cosa extraña, no aparecieron en la lista de Barack Obama.
El millonario gobernador mantiene más de 12 mil trabajadores devengando salario por debajo de tres mil bolívares, mientras él y sus directores ganan por encima de los 32 mil bolívares mensuales, que incrementan con los beneficios que otorgan las compras y contratos que asignan a familiares y testaferros.
La lucha contra la corrupción emprendida por el presidente Nicolás Maduro no ha avanzado más allá de meras palabras, requirió de la aprobación de una Ley Habilitante que se enfrió, ahora quedó aplastada por la lista de corruptos de Barack Obama que los refiere con nombre y apellido. La injusticia está en no dar cuenta de los corruptos de la oposición, que son tantos, como los de la nueva oligarquía roja rojita.
De acuerdo estoy con firmar para solicitar la derogación del decreto donde se acusa a Venezuela de amenaza para los Estados Unidos, ya que ciertamente no lo es, pero también hay que investigar en profundidad la lista de corruptos porque, allí hay verdades inocultables, aunque Obama, si amenazó con confiscarle los activos, es decir, despropiarlos de mansiones, empresas y dólares en los bancos gringos.
Andrés García Bolívar
Pastor iglesia evangélica: “El Evangelio Eterno”
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