Estados Unidos “decepcionado” o sorprendido infraganti
La subsecretaria de Estado de EEUU para Latinoamérica, Roberta Jacobson, manifestó estar "decepcionada" para no confesar que fueron sorprendidos en su mala fe, tras el lanzamiento de un globo de ensayo contra Venezuela al emitir un decreto donde señalan que “la situación en Venezuela representa una amenaza para la seguridad interna” de Estados Unidos, medida que encontró rechazo en todos los países del sur del continente, al cortar de un solo firmazo las injerencias de la CIA, cuyos fines inconfesables van mucho más allá de una simple lucha contra las violaciones de los Derechos Humanos y la corrupción administrativa, ya que mayores violadores que los agentes de la CIA, no existen. Torturan con métodos aplicados en la segunda guerra mundial, aplican medidas extrajudiciales y asesinan presidentes como Omar Torrijos, Salvador Allende y Jaime Roldos. Hugo Chávez escapó milagrosamente con el famoso viaje a Cuba, cuando ellos lo habían secuestrado en la Isla de la Orchila. Miami es el paraíso para banqueros y corruptos prófugos de la justicia venezolana y de los países de América Latina.
De haber prosperado el decreto de Obama, otros decretos similares hubiesen visto luz en contra de Nicaragua, Ecuador y Bolivia, y arreciarían los ataque contra Venezuela, por conformar estos países, lo que ellos califican como “El eje del mal”, ante el derecho soberano de estos pueblos, de hacer uso del principio universal de autodeterminación para no permitir a las empresas petroleras de las familias más poderosas del planeta, imponer contratos de exploración y extracción, y por haber escogido el camino político opuesto al neoliberalismo. De allí que el decreto de Obama tiene mayor espíritu petrolero que preservación de Derecho Humanos.
Respecto de la lista de corruptos, Obama tiene pleno derecho de permitir o no, el ingreso de delincuentes a su país. Que les incaute los activos que tengan y publique el dinero y bienes que posean allá. Nicolás Maduro está en el deber de investigar y rendir cuentas al país para enjuiciarlos de ser encontrados culpables.
Estados Unidos es uno de los países más rico del mundo, que ha venido amontonando capital valiéndose de la imposición de políticas intervencionistas con el único fin de abrir puertas a su grupo de empresas trasnacionales para cargar con los recursos mineros, forestales e intelectuales de países pobres. Lo condenable sería el apoyo que grupos políticos y económicos, poderosos en estos países, otorgan a estas empresas en contra de sus pueblos y de sus propias familias.
Es honrosa y aplaudible la reacción de los países latinoamericanos en favor de Venezuela y en contra de las sanciones adoptadas por Barack Obama. Es un paso gigantesco en defensa de la democracia y la soberanía de nuestros pueblos.
Sería interesante observar la reacción norteamericana durante la cumbre de Panamá, donde ellos dan como un hecho la cayapa política en su contra, que con pleno derecho y la demostrada gallardía de nuestros representantes, impulsarán las delegaciones latinoamericanas, que seguramente, no desaprovecharán el momento discutiendo los tópicos frívolos de siempre.
Oportuno seria también echar un vistazo sobre el panorama sombrío que vive Colombia, un país asediado por una guerra sembrada por la intervención norteamericana con apoyo de la misma oligarquía contra la que luchó Jorge Eliecer Gaitán, que ahora designa presidentes confeccionados a la medida de las familias petroleras de Estados Unidos. Allí ordenan pagos en dólares a la oficialidad de los ejércitos colombianos y paramilitares, para asesinar políticos, adversarios y hasta empresarios que consideren amenazas para sus intereses. Po esta vía liquidaron el liderazgo de la izquierdista Unión Patriótica. Sería abiertamente condenable la posición sumisa de presidentes que prefieren la masacre de un pueblo trabajador como el colombiano, que antes, rechazar empresas como la Chiquita Brands International Inc, basadas en la producción y distribución de plátanos y otras empresas bananeras que se apropiaron de tierras con vocación agrícola, afincadas en matanzas y terrorismo de un paramilitarismo entrenados por la CIA y sembrado por las empresas de seguridad de los Estados Unidos.
Estas empresas contratistas del ejército de los Estados Unidos, no eran otra cosa que una avanzada paramilitar fortalecida por la ONU para sembrar terror en Oriente Medio antes de la llegada de los marines gringos. Ahora entrenan y supervisan acciones paramilitares en América latina con apoyo de presidentes aliados.
En Colombia la CIA a nombre de la seguridad, emprendió este programa de pagos a efectivos de las Fuerzas Armadas para asesinar campesinos, indígenas y jóvenes, presentados en los medios de comunicación como insurgentes cabecillas de grupos guerrilleros. Bajo esta operación, se deshacen de opositores y empresarios considerados amenazas para los intereses de Estados Unidos, es decir un verdadero sicarito político, soslayado por el Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU, el Vaticano y la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, cuyo principal financiamiento lo reciben de Estados Unidos.
Los colombianos también son un pueblo latinoamericano que no ha podido quitarse de encima una oligarquía narcoterrorista, plegada a los designios de Washington, para aplastar un pueblo como nosotros, que espera el momento oportuno para dar el vuelco político.
Es común observar en los espacios informativos internacionales difusión sobre capos colombianos y mexicanos que exportan droga a uno socios convertidos en los mayores compradores y distribuidores de droga en Estados Unidos, pero jamás estos medios han referido información sobre capos gringos. Pregúntese amigo lector ¿Será que no hay capos en el país mayor consumidor de droga del mundo?
El paramilitarismo sembrado en Colombia viene cruzando hacia Venezuela con sus mismas prácticas terroristas. ¿Será casual, causal o penetración inducida?
Andrés García Bolívar
Pastor iglesia evangélica: “El Evangelio Eterno”
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Lea en este blog más artículos y los libros: La familia del Yaruro, Un grito en el sur y La Justicia de Justa