Escasez alimentaria toca fondo en el sur del país
Las casi cuatrocientas mil familias que habitan entre Puerto Ayacucho y Caicara de Orinoco no encuentra como hacer frente a la desesperante escasez alimentaria, tan agudizada, que no se encuentran alimentos de la cesta básica. Los negocios con estanterías vacías, las panaderías cerradas y lo que se consigue entre bachaqueros, alcanzó precios especulativos imposibles de pagar. En contra posición, cerveza, ron y refrescos abundan y gandolas repletas de estos productos atraviesan lo largo y ancho del país.
El gobernador de Amazonas Liborio Guarulla, uno de los más influyentes líderes indígenas, mantiene más de doce mil trabajadores cobrando por debajo del salario mínimo, de los cuales el 80% son indígenas. El Vicariato Apostólico, supuesto defensor de “los pobres indiecitos”, se conformó con vender la mitad de la escuela pública Pio Xl, a una empresa comercial, y para ayudar a los pobres indiecitos, incrementaron las matriculas de escuelas públicas, que ellos privatizaron. Ambos, junto a la Conferencia Episcopal, mantienen la boca cerrada, aupando con sus silencio el paro empresarial para echar a Nicolás Maduro del poder. En nada importa que los indígenas mueran de hambre, únicamente les interesa apropiarse de sus recursos y solicitar proyectos a su nombre, cuyo dinero jamás llega a las comunidades indígenas. Se apropian del dinero de los más pobres y lo único que regalan son bendiciones y agua bendita.
Las empresas productoras de alimentos cerraron sus puertas, las que aún permanecen abiertas reciben amenazas para que cierren y los productores agrícolas vienen vendiendo sus cosechas a empresarios colombianos que pagan los productos a puerta de finca, muy por encima de los del mercado interno. El complot sigue en aumento y Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, triste y heridos en sus corazones, lloran al no encontrar salida para resolver una crisis, de la que solo falta la mitad de la autoridad que tenían Hugo Rafael Chávez Frías o Marcos Pérez Jiménez para enfrentar esta vieja práctica adeca, iniciada con Rómulo Betancur. Maduro y Diosdado solo esperan por la muerte política, que no está muy lejos de entrarles al despacho y encontrarlos llorando con los brazos cruzados.
A Pérez Jiménez y Hugo Chávez les aplicaron el mismo paro empresarial, tratándolos de dictadores y asesinos, pero ellos tenían proyectos de país y autoridad suficiente para enfrentar a una oposición empresarial que ahora asesina un pueblo de hambre para ponerle manos al presupuesto nacional, echar los cubaos del país y regresarnos a las recetas del Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y políticas dictadas por la CIA.
De la vieja cúpula adeca el nuevo liderazgo aprendió la lección perfecta. Saben comprar votos, asesinar por hambre y darle a la gente pan, circo y ron.
Pastor iglesia evangélica: “El Evangelio Eterno”
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