El crimen merodea buscando los suyos por el sur

15.06.2015 23:21

Carlos, un campesino de las vegas de Golfo Triste, veía tangible el sueño por el que trabajó todo un año, soportando la carga y el calor abrazador de días veraneros. Recogía algodón de seis a seis, hasta completar el pago de la moto, en la que regresaría a su rancho. Abordó el hermoso regalo que se dio a sus veintidós años. Raudo, pero con cautela de la inexperiencia a cuesta, partió acariciando con sus ojos los detalles del rojo intenso y los relojes del manubrio. Su hijo recién nacido y su mujer, esperaban impacientes, ansiosos de rodar con él, para estrenar y lucir el esfuerzo de ambos. La moto no llegó a entrar a la casa, pero la noticia del asesinato entró con su angustia, derribando calma y paz, y llenando de gritos impotentes a su esposa. Una emboscada lo asechó en el camino y sin mediar palabras, el grito metálico taladró el cerebro con un impacto fulminante. La muerte de Carlos, corrió como hojarasca que bate el viento, rodó de boca en boca, cruzando de un lado a otro, el pequeño Pueblo de Cabruta, Guárico. 

Margarita, su esposa, lloraba sobre el ataúd. Carlos se fue por el camino del que nunca se regresa, dejando con ella las penurias que vienen por el camino de pobreza por donde rodará su vida. Él no vendrá a ella, pero ella sí irá a su encuentro.

“Esta semana han matado ocho personas para robarle motos”, comentó la vieja Débora, en su venta de empanadas a orilla del río Orinoco, de un pueblo, que por siempre ha vivido de la pesca y el trabajo de algodón. Así avanza la inseguridad y el temor de pueblerinos presos en sus casas ante el miedo de toparse con la muerte en las calles. Para unos, se trata de delincuentes llegados de Las Mercedes del Llano o Valle de la Pascua. Otros, presumen la participación de efectivos de los cuerpos de seguridad con delincuentes comunes de Caicara de Orinoco, ubicada a pocos kilómetros, del otro lado del cauce.

Con su pesar encima, el pequeño pueblo tomó la vía nacional en protesta por las muertes, y para hacer caer sus voces sobre unos organismos de seguridad inertes, estáticos, casi con las manos hatadas por supuesta falta de recursos, aunque sospechan complicidad interna. Cierto es que poco hacen por frenar una delincuencia, cuyo poder, por muy fuerte que sea, siempre será menor al de organismos estatales, eso sí, aquellos, con principios fundados en costumbres morales.

Los hechos tienen lugar la misma semana, cuando un motín de presos desenfundaron pistolas, ametralladoras y granadas en el retén policial de Puerto Ayacucho, para tomar el control total del penal. Redujeron los agentes policiales al otro lado de la pared, y a un morichal detrás de la edificación. Un grueso pelotón de guardias nacionales, logró restablecer el orden, pero la interrogante surca el viento, como las balas lo hicieron desde las dos de la madrugada. ¿Quién introdujo las armas al penal? Una subametralladora no se puede ocultar en la cartera de una dama o bajo la vestidura de un caballero. Además, pistolas de alto calibre y granadas, que nunca antes han sido de venta pública.

El general Francisco Tabera Requena, comandante del Regional 9, de la GNB, y el gobernador de Amazonas, Liborio Guarulla, entrecruzaron acusaciones descargando responsabilidad de corrupción policial, uno sobre otro. El general con menos de dos meses en Amazonas para el momento del hecho, y Liborio con más de quince años en el cargo, jamás podrá lavar sus manos en inocencia. Los efectivos policiales son contratados por su despacho, a través de personal de su confianza. Es tanta la corrupción, que hay agentes con dos carros, hermosas casas y una prosperidad envidiable, que no se corresponde con los casi ocho mil bolívares mensuales, que devengan del Ejecutivo Regional. Se habla de una exoficial, amiga del gobernador. Destituida del comando policial por encontrase implicada en la desaparición de una pistola. Suspendió requisas a visitantes para permitir ingreso de droga y armas al retén. Las mujeres de los presos pagan para permanecer hasta el siguiente día. Aseguran sus mismos compañeros, que carga con parte de la comida de los presos, y si alguna novedad en su contra es anotada en el libro diario, sencillamente ordena arrancar la página. La superagente, exhibe la “prosperidad” que facilita el lucrativo trabajo en el penal.

Al ser justo, hay que mostrar también la responsabilidad del gobierno nacional, al intervenir la policía con un comandante venido de Caracas, en menosprecio de la sabiduría popular, por cuanto estos policías viven en los mismos barrios donde su conducta es altamente conocida. La comunidad sólo demanda mecanismos seguros y confiables para intervenir.

El Comandante impuesto, nada ha resuelto, antes fortaleció uno de los grupos en pugna, y la delincuencia policial aumentó, siguiendo su libre curso, amparados en la impunidad que se oculta, por desconocimiento del personal.

La situación de violencia con sicariato que mata por quinientos bolívares, viene cobrando fuerza y sembrando tanto miedo, que ahora atracan apuntando con el dedo oculto bajo la camisa. Las acusaciones van y vienen esquivando responsabilidad, pero la muerte sigue suelta y merodea buscando más víctimas en el sur, quebrando en muchos trozos, la confianza y costumbre de pueblos pacíficos y tranquilos, como: Cabruta, Caicara de Orinoco y Puerto Ayacucho, que ahora son presa de una violencia, sobre la que no existe autoridad alguna que la detenga.

Personalidades de credibilidad en Amazonas sospechan de la siembra de paramilitares y sicarios muy agresivos, provenientes de Colombia, bajo el claro fin, de sacar provecho político a la situación de crisis social, económica y política que vive el país. Presumen también, que pudo ser bajo este mismo principio como ingresaron las armas incautadas a los presos. Compradas o sembradas, pero generaron un mortal enfrentamiento armado, que aún su resoplido resuena en los oídos, de los casi ciento cincuenta mil habitantes, que lloran un muerto y varios presos heridos. La policía dio parte de tres heridos, uno de ellos de gravedad, por un arma, que ellos mimos introdujeron al penal.   

 

Andrés García Bolívar
Pastor iglesia evangélica: “El Evangelio Eterno”
Teléfono: 0416106l7319
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Lea en este blog más artículos y los libros: La familia del Yaruro, Un grito en el sur y La Justicia de Justa