Crisis educativa se agudiza en sur venezolano
El indígena Pablo Morales habitante de la comunidad “Los Morales”, en las proximidades de Puerto Ayacucho, entrelazas sus dedos y coloca sus manos sobre la cabeza al no encontrar repuesta como adquirir uniformes y útiles escolares para que sus hijos acudan a la escuela de “La Reforma”, distanciada unos diez kilómetros de su casa. A pie, van y viene porque no hay dinero para pagar la ruta popular de autobuses enviados por Nicolás Maduro, que pocas veces por día circulan por allí. Suma la merienda que diariamente llevan en el morral de útiles porque el programa alimentario cubre solo 20 de los 40 días programados. La comida se redujo en tiempo, calidad y cantidad, pero los niños ajenos a la escasez, corretean entretenidos imitando el trinar de aves del campo que hacen más liviana la carga y el calor del día.
El conuco, en el que trabaja con su familia, escasamente produce para comprar alimentos básicos, pero no para uniforme tan costosos. Pantalón, camisa y zapatos supera los doce mil por cada hijo, de los tres que estudian educación primaria. La interrogante sigue sin repuesta, no haya como obtenerlos y el reinicio de actividades se acerca tan rápido como llegó la escasez con especulación incorporada. Comenzó a ver los precios de útiles y su preocupación aumentó tanto como la de su esposa. Observó cuando los comerciantes referían los precios y la gente se marchaba molesta amenazando con acudir al Sundee.
Pero como él, otros indígenas retiraron sus hijos de diferentes universidades del país, incluyendo Puerto Ayacucho, al no poder soportar los precios de residencias, comida y materiales didácticos. Su vecino Juan Silva, cuyo hijo estudiaba agronomía en Barinas, lo observa cada mañana afilar su machete para ambos internarse montaña adentro a labrar la tierra, oficio del que ahora dependen ambos. La aspiración de ver su hijo hecho un profesional de la agricultura, quedó sepultada en los recuerdos de ayer, aunque jamás olvidará el próspero gobierno de Hugo Chávez, que reinsertó dos millones de niños al sistema educativo y sacó igual cantidad de familias de la pobreza extrema. Como aquel presidente no regresará otro. Venezuela, ahora cabizbaja y herida en su orgullo, camina hacia una generalizada extrema pobreza, que llegará antes de la hambruna que se aproxima.
Los indígenas observan y escuchan al presidente Nicolás Maduro en sus cadenas de radio y televisión anunciando avances en un sistema educativo en franco crecimiento, pero en contraposición observan escuelas deterioradas, escasez de materiales de limpieza y niños con uniforme y calzados deteriorados, lo que aclara luces da cuenta de una profunda crisis presupuestarían que se refleja en la caída de la calidad educativa, que mucho tiene que ver con la infraestructura escolar.
Todo apunta hacia un incremento preocupante en las cifras de deserción escolar y aumento considerable de la tasa de analfabetismo, cuya exitosa disminución lograda con la Misión Robinson, comenzó un alarmante repunte, al ser obligada la juventud indígena, campesina y pobre del sur, a renunciar su educación para incorporarse a corta edad, al trabajo o engrosar la tasa de desempleo. El corte en el proceso de enseñanza responde a la escasez de recursos de sus padres frente a los elevados costos de uniformes y materiales educativos. Muchos jóvenes se convirtieron en analfabetas funcionales, como calificara este estatus el Dr. Arturo Uslar Pietri.
Andrés García Bolívar
Pastor iglesia evangélica: “El Evangelio Eterno”
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Lea en este blog más artículos y los libros: La familia del Yaruro, Un grito en el sur y La Justicia de Justa