Cincuenta mil bolívares por adjudicación cobran de soborno en Misión Vivienda

18.06.2015 08:38

Con toda la carga y el calor que tuesta la piel hasta los huesos, José Ortiz, trabajó intenso en su conuco en riberas del Sipapo, para compensar la ausencia del día siguiente. Temprano en la madrugada abordó el camión que lo trasladó a Puerto Ayacucho, con la esperanza puesta en recibir la vivienda que sus camaradas del PSUV le ofertaron, durante reciente visita de campaña para diputados.
Dinero para cancelar vivienda privada, no produce el conuco, cuya cosecha estrechamente alcanza para alimentos y ropa de niños. Más oportuna y agradecida no sería otra propuesta como esta, recibida por su esposa y cinco hijos con tanta alegría, que su alma saltó en el corazón. Con ánimos aflorando el rostro esperaban el regreso de José. Tres de los niños comenzarían el año escolar en su nueva casa. 
Mayúscula fue la sorpresa que vino con el regreso, el ex militar restó importancia a los documentos en manos del indígena y a la campaña que se adelanta. La vivienda seria suya, si primero cancelaba cincuenta mil bolívares de soborno exigidos para la adjudicación. La propuesta destempló el ánimo y desvaneció las esperanzas de una familia frustrada y confinada a un campo, retirado ochenta kilómetros de Puerto Ayacucho.
Achicado de espíritu y sin proferir palabras, oró a Dios para prosperar al Sargento. Salió por donde había entrado, abordó el mismo vehículo que lo trasladó a escuchar tan desagradable soborno y regresó a su rancho montaña adentro. Reducida las posibilidades de sus hijos para avanzar más allá del sexto grado que se dicta en la pequeña escuela, separada cinco kilómetros de su casa. 
Comprendió que las seiscientas viviendas entregadas por esta Misión, en Puerto Ayacucho, no resolvieron problema social alguno, antes sirvieron para que los de mayor riqueza, acumulen más fortunas alquilando las casas que obtuvieron en su acuerdo con el Sargento. Los directivos de la Misión Vivienda y parte de la cúpula del PSUV, seguirán amasando fortuna, vía soborno, a nombre de la Revolución Bolivariana, y la pobreza que aumenta en el sur del país, continuará su curso sin que autoridad alguna venga en contra de esta corrupción indetenible y alarmante. 
Plantearse la construcción de una casa, sería una amarga realidad sembrada en vanidades de sueños dulces. Un bloque cuesta cien, el saco de cemento llega hasta mil bolívares y los grupos étnicos son los más pobres del país.
Él, más campaña no hará por el vigoroso partido de Hugo Chávez, del que solo quedan recuerdos. Sus esperanzas las vacía todas en las cenizas de aquel líder o en la misma tierra, para que emerja como arroyo de manantial, otro líder como aquel, con autoridad y credibilidad. José Ortiz, sin ver salida y encerrado en su misma alma, sabe que sus hijos serian confinados a trabajar de por vida un conuco que alimenta a medias. El mayor peso entre sus manos, será la vejez que llena la piel de arrugas prematuras traídas por sol ardiente. Confina a vivir tan aislado del conocimiento universal, que sólo curiara, sedales y anzuelos seria la herencia de su enseñanza familiar.
Su esposa como él, auguran éxitos al ex militar y vida prospera a los directivos del PSUV. En la etnia piaroa, no se puede desear mal a autoridad alguna. El mal deseo, regresa como fiera asechando desde su cueva, trayendo castigo que viene con muerte horrenda y adelantada.
Dejar la corrección en manos del señor Presidente, fue la mejor opción, la suya no sería otra que internarse en la selva que provee para cubrir necesidades mínimas, pero también carga con la vida en boca de serpientes, animales y enfermedades que azotan en lugares hasta donde no llegan las bondades de este capitalismo disfrazado de socialismo, concluyó José Ortiz.

Andrés García Bolívar

Pastor iglesia evangélica: “El Evangelio Eterno”

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