Hambre y escasez de combustibles azotan comunidades indígenas y sectores campesinos del sur del país.
26.12.2014 19:24La escasez de combustible en las comunidades indígenas y sectores campesinos contrasta con la venta que legal e ilegalmente se hace de día o de noche, por los puertos y márgenes del Río Orinoco.
Sobre las seis de la tarde la Guardia Nacional cierra los dos puertos de embarques conocidos como Puerto Venado y Puerto Samariapo, pero la venta clandestina continúa frente a la mirada de los efectivos que cobran su respectivo soborno para permitir el tráfico de contrabandistas que la venden a empresarios colombianos.
En el día el comercio es directamente de los chavistas de PDVSA, quienes venden el cupo internacional a los empresarios del vecino país, pero también negocian el cupo nacional, que aunque es más barato, los colombianos lo compran al mismo precio internacional, dejando a las comunidades indígenas sin gasolina para la necesaria movilización a través de los ríos.
El tráfico se efectúa en barriles, tambores, tanques o botellas como "Pedro por su casa" y la venta legal lleva el recargo del pago a los efectivos de la Guardia Nacional y fiscales del Seniat que, vestidos de rojito, se enrolaron en el cobro de soborno.
Cierto es, que los propietarios de embarcaciones solicitan cupos para venderlos en Colombia y redondear el viaje, dejando las comunidades sin gasolina. Los que legalmente remontan hasta los más recónditos lugares de Amazonas, también son obligados a pagar por el permiso, pagar al que llena los tambores en la estación de gasolina y al guardia que monta servicio allí, pagar en cada una de las alcabalas de la Guardia Nacional y pagar a los fiscales del Seniat. Negarse al pago, es disponerse a que en cada alcabala te obliguen a permanecer por largas horas, así lleve los permisos.
“Hacerlo no es difícil”, dijo un indígena transportistas, “facturo mi cupo en la bomba, pago lo que me cobran los guardias y los fiscales del Seniat, embarco los tambores y aguas arriba se lo vendo a los colombianos que se pelean por comprármela”.
Esto fue y ha sido el negocio de siempre que diametralmente afecta las comunidades indígenas con encarecimiento de alimentos, ropa, calzado y hasta muerte de sus enfermos por no encontrar combustible para el traslado de emergencias.
En La Esmeralda un litro alcanza el precio de 125 bolívares, mientras en Maroa, Rio Negro y Manapiare llega a los cien bolívares y no hay. En los campos y pueblos distantes del Municipio Cedeño tiene el mismo costo y las mismas consecuencias que en Amazonas.
Otra de las causas que hace encarecer el combustible es la minería ilegal que se trabaja por los ríos Orinoco y Atabapo donde pagan mucho más caro por litro que los empresarios colombianos. La razón, el traslado en hombros por largas distancias para alimentar maquinarias que trabajan en lugares muy difíciles como: Caño Maraya y las cabeceras del Río Padamo. Todos estos elementos se conjugan para dejar en su abandono las comunidades distantes de uno u otro negocio, pero que son sometidos a decenas de padeceres para poder conseguir cupos, pues les aplican la misma extorsión que a contrabandistas y mineros.
La situación se agudiza ante la escasez de alimentos y medicamentos que estremece la Amazonia Venezolana por el alarmante crecimiento de pobreza extrema y desnutrición infantil, sin embargo la Comisión Permanente de Pueblos y Comunidades Indígenas, de la Asamblea Nacional, en nada les preocupa el hambre indígena, así como a los tres asambleístas de Amazonas, incluyendo la hermana del gobernador, la millonaria diputada Nirma Guarulla, cuyo tiempo es ocupado en resolver problemas de sus contratistas y proveedores.
La medida adoptada por el gobierno nacional de prohibir la venta de productos alimenticios, medicina e implementos educativos por los ambulantes, tiene sus efectos negativos en las comunidades indígenas.
La Guardia Nacional no les permite llevar suficiente alimento para cubrir un mes, las bodeguitas que remontaban los ríos con productos necesarios ya no lo hacen, quedando desguarnecidos y agudizando el hambre y las necesidades a lo largo de los ríos y sectores campesinos.
“Ni siquiera permiten llevar refrescos para los caseríos porque es un delito”, dijo el Piaroa Venancio Camico al explicar que: “en Amazonas la circulación por los ríos es con motores fuera de borda que requieren de considerables volúmenes de combustible y esto ya no es posible”.
El desabastecimiento abarca productos básicos, medicinas, gasolina y detergentes, causas principales por las que muchos habitantes de los pueblos del interior emigraron a engrosar los cordones de miseria de Puerto Ayacucho.
En las comunidades los niños descalzos exhiben el vientre hinchado de parásitos y labios amarillos de anemia. Las madres preñadas en las mismas condiciones y los padres se rascan la cabeza, pues el conuco es insuficiente y no saben cómo enfrentar el hambre que aprieta. Hasta allí no llegan los beneficios del gobierno nacional y regional. La misión Hijos de Venezuela, que en algo ayudaba, fue eliminada por el presidente Nicolás Maduro. La Fundación del Niño de Amazonas, que en otros tiempos atendía estos casos, liquidó esos programas y ahora los recursos son invertidos en el equipo de fútbol Tucanes de Amazonas, empresa propiedad de la primera dama Judith Campos de Guarulla, y donde el único amazonense que juega permanente, bien o mal, es su hijo.
Andrés García Bolívar
Pastor iglesia evangélica: “El Evangelio Eterno”
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Lea en este blog más artículos y los libros: La familia del Yaruro, Un grito en el sur y La Justicia de Justa.